sábado, 10 de mayo de 2014

Entre Cervantes


Elena Poniatowska. La octava cabrita

Elena Poniatowska, en 2009, con un traje tradicional
de tehuana.
 A Poni, como la llaman sus entrañables amigas mexicanas, le he plagiado (devorado) el título de una de sus tantas magistrales obras, Las siete cabritas, donde exhibe, con una apabullante y fresca prosa poética, la vida de siete mujeres a las que "radiografía", sus almas "en torno al amor como burras de noria". Ella, la octava, es Hélène Elizabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor, sí Amor, como su abuela Paula, Pita, que también pulula en el libro (junto a Frida Khalo, Nahui Olin, María Izquierdo, Elena Garro, Rosario Castellanos y Nelie Campobello, "mujeres-estrella" de la bóveda celeste para contar y besar sus pechos, "gemelos de gacela", antes que el rey Salomón se compadezca y las apague).
  Brujita de la palabra, fabuladora con ese castellano-mexicano, indescriptible, mágico, colorista, musical..., Elena es, en el imaginario de su literatura, el trasunto de las nanas que la chacha Magdalena le fijó en su cabecita mientras almidonaba sus sayas, por el terregal de México, recién de Francia, niña, huyendo de una guerra, la segunda, mundial, en barco, en larga travesía, ensoñando mil batallas de su antepasado general Poniatowski, de la Grande Armée, fiel a Napoleón hasta Moscú, para luego en el desierto envolverse con la tierra postrevolucionaria, y más tarde atravesar la larguísima y ahora constreñida frontera con Estados Unidos; y luego más y más, todas las fronteras entre hombres y mujeres, entre la justicia y la ignominia. 
    Periodista comprometida desde el Excélsior, y pronto en Novedades, cuestiona "el sentido de moral establecido, el de justicia y en general, el absurdo de la vida". Ahora continúa, incansable, siendo la voz de los silenciados desde La Jornada y en sus libros. En Alcalá de Henares, al día siguiente de recoger su Cervantes, afirma que sería bueno tener pocos periódicos pero con fuerza en la opinión pública, que hoy en día las noticias vuelan en formato digital, demasiado rápido. A sus espaldas, la valiente denuncia sobre la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas (1968), entre las cubiertas de La noche de Tlatelolco; una obra que, sin-vergüenza, el poder quiere chantajear y ningunear con un premio que no recoge, una afrenta más al descaro del presidente Luis Echevarría, secretario de gobernación en aquella macabra noche. Insobornable continuó con sus lúcidas y ásperas palabras para con la injusticia y la desigualdad, envolviéndose en la roca de sus mujeres, las olvidadas; como Las soldaderas (1999), aquellas que llevaron la peor parte de la Revolución Mexicana; las que murieron como teas, tiranizadas por Villa; las que fueron respetadas por Zapata; las que envueltas en su rebozo cargaban igual al crío que las municiones, el aguardiente, o preparaban tortillas para “sus hombres”, “el fuego encendido, el anafre y el metafe siempre en la mano (¿sabrá alguien cuánto cuesta carga un metate durante kilómetros de campaña?) y, al final de la jornada, el hijo hambriento al que se le da el pecho.”; si no se les ha muerto antes el niño en el desierto, o ellas mismas cayendo bajo el hierro retorcido del gran símbolo de aquella revolución, el tren; sombras diminutas, en cuclillas en los techos de los vagones, mientras los caballos abajo están bien alimentados. 
   Poni, qué ironía del momento en vuelve a aparecer este apelativo cariñoso, ha sido, es todo un carácter y congruencia de alma libre, de "princesa roja" como le llaman sus alejados familiares polacos; porque por ahora nos sabemos si los de su estirpe se le aparecen en noches en vela, como el obispo de la vieja dinastía, o si en otra dimensión aquel otro compositor puso música a las cuartillas sueltas de sus antepasados literatos. 
  Ahora querríamos, deseamos, su íntima biografía para conocer de dónde surge su fuerza, su eterna sonrisa; una mujer que ha indagado tanto en las de los demás, pobre o rico, moreno o blancuzco, nos frena, por ahora no toca, "la dejo en el aire, para que ustedes se interroguen". Así que nunca sabremos si con Guillermo (Haro, astrofísico) viajó más allá de las estrellas o cayó como un meteorito; si ha sido su vida De noche viernes, Esmeralda, fábula de una mujer hermosa, ella lo es, que disfrutó de su poligamia. Sí nos ha regalado sus innumerables creaciones, poemas, su teatro, sus cuentos. 
¿Una Quijote? Poni, se considera
una Sancho Panza, femenina.
Caricatura de Waldo Matus.
−¿Cómo escribes tus magníficos cuentos?
−¡No son magníficos! Los escribo como puedo, he leído en algún sitio, y también, ¿para qué son tantos brincos estando el suelo parejo?
   Así que nos queda por leer desde aquel su primer libro Lilus KikusTodo empezó el domingo, en 1955, al recibo de su primer hijo, Emmanuel, hasta el humano y sorprendente, por bello y con fondo social, discurso que impartía en la Universidad de Alcalá, donde dijo de sí misma ser en esencia una "Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso, ni Maritornes, ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan". 
  Por todo lo anterior, y por lo que intuimos al escucharla y sentirla, ¡que buena gobernadora sería en esta enorme y desnortada "Pen-Ínsula Barataria"!

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