miércoles, 27 de enero de 2016

Entre Cervantes

Octavio Paz y Juan Goytisolo
"heridos" por la censura, Elena Garro por el olvido


Octavio Paz y su esposa Elena Garro
 en la Barcelona de 1937.
2neweb.com
¡No pasarán!
No pasarán. 
Amigos, camaradas, 
que no roce la muerte otros labios, 
que otros árboles dulces no se sequen, 
que otros tiernos latidos no se apaguen, 
que no pasen, hermanos.


   Es 1937 y la Segunda República española acoge a intelectuales de todo el mundo preocupados por el avance de los fascismos y la incruenta guerra civil que asola el país. El joven mexicano Octavio Paz (México, 1914-1998), hijo de madre española, Pepita, como afectuosamente la llamaba, lanza como balas esos versos atronadores contra la insurrección militar que desembocó en la dictadura del general Francisco Franco hasta 1975. Durante esos largos años, Paz y tantísimos otros poetas, escritores e intelectuales, sufren la censura, la desaparición física de versos, palabras o historias, a veces la propia vida, descomponiéndose muchos en sombras irreconocibles a estas alturas. La cobardía a la libertad de expresión del propio dictador le convirtió en su propio inquisidor (se "autocensurará" en la adaptación cinematográfica de su novela Raza (1941), escrita bajo el seudónimo de Jaime de Andrade y estrenada en 1942; en 1950 eliminará escenas con alusiones a Estados Unidos, en el contexto de la Guerra de Cuba, y destruirá copias originales. Ahora se necesitaba al "amigo" del otro lado del Atlántico como aliadoTVE la emitía hace unas fechas casi coincidiendo con el decimocuarto aniversario de la muerte de un premio Cervantes menos conocido como censor, Camilo José Cela, 17-1-2002). 
   Otros "extirpadores" de la libertad de expresión fueron caterva de seudoliteratos que, a veces, como lo demuestran sus comentarios, no comprendieron el verdadero contenido ni la calidad de las obras que pasaron por sus manos. Sus borrones, las infravaloraciones en las anotaciones a los textos son irreverentes y soeces en muchos casos, como ellos mismos apuntan. 
   Las pruebas del paseo por la guillotina de los versos y ensayos de aquel Paz universal, se encuentran en el Archivo General de la Administración (AGA) de Alcalá de Henares. Hace unos meses sus técnicos publicaron los expedientes de la censura ejercida en catorce de sus obras desde la extinta dirección general de Propaganda, después de Cultura Popular; documentos con preguntas del tipo: “¿Ataca al Dogma?”, “¿A la Iglesia o a sus Ministros?”, “¿A la moral?”, “¿Al Régimen y a sus instituciones?”, “¿A las personas que colaboran o han colaborado con el Régimen?”, acompañadas de las páginas donde hubiere “ataques políticos o desviaciones morales”.
   Un ejemplo de tantos es el permiso que la editorial Edhasa pide para publicar De Libertad bajo palabra (1950). Su censor vio ofensa en los versos: “Invento la quemadura y el aullido, la masturbación en las letrinas”. Otro, en este caso pasó por varios, informa que algunos versos son: “oscuros y estúpidos con algunas expresiones equívocas”. Aun así se autoriza la importación de esa edición “por el escaso número de lectores que leerán estos engendros”. Cuando Carlos Barral, en 1966, prepara la edición de La Centena, que incluiría una antología de cien poemas, en el informe figura: "...suprimir pasajes de las páginas 2, 58, 63 por su “expresión soez”; 16 por “irreverentes”; 46-57 por “tendenciosos”, 75 por “obsceno y atroz” y 95 por “tendencioso pro marxista”. No se salvaron de la quema “chillen putas” del poema "Las palabras", ni la estrofa “Madrid, 1937” referido a los bombardeos sobre la capital, el año que dio el discurso Paz como invitado a la Junta Delegada de Defensa.
Paz en Formentor, 1987.
   Cincuenta años después, en 1987, Paz, ya Premio Cervantes (1981), y otro que el año pasado lo fue, Juan Goytisolo, coinciden en los actos en recuerdo al Congreso de Intelectuales Antifascistas: "Allí releí, recuerda Goytisolo, el poema que dedicó a los combatientes republicanos, dotado de esa belleza indemne de la poesía comprometida ante todo consigo misma y no al servicio de causa alguna, por noble que fuera. ("Estampas de Paz" de Juan Goytisolo, mayo de 2014, en www.letraslibres.com).
Goytisolo, con Cela cerca, en  los
Encuentros de Formentor.
Año 1959.
   Habían coincidido mucho antes en los Encuentros Literarios de Formentor (Palma de Mallorca): "En el erial franquista su obra no se difundía en razón de su peligrosidad. Recuerdo que alguien de mi entorno me había prevenido contra ella: era de un agente trotskista, me dijo. Ello no me disuadió de leerla y a comienzos de los sesenta, instalado ya en Francia, di con El laberinto de la soledad y un volumen de su poesía reunida hasta la fecha. Su lectura me conmocionó: era la de un autor que necesitaba desesperadamente un país enclaustrado como el nuestro. 
Homenaje en México a Octavio Paz
en el centenario de su nacimiento (2014).
   Me carteé con él y nos encontramos de nuevo en París en un hotel cercano a la Ópera. Hablamos un buen rato de política y literatura y allí se selló nuestra amistad, para mí imprescindible. [...] Volví a verle en París tras su renuncia a la embajada de México en India a raíz de la revuelta estudiantil y la matanza de Tlatelolco. Paz encarnaba ya a mis ojos ese maestro capaz de introducir el pensamiento crítico en el ámbito de la poesía y la imaginación en el del pensamiento crítico".
   La censura también se había cebado con Goytisolo. En 1952 el expediente de censura de El mundo de los espejos recoge que es denegada su edición. Había sido "Premio Joven de Literatura", pero el propio autor llega a reconocer que en esta ocasión el destino acertó a que no llegara a las librerías por lo "inmadura" según sus críticos. Lo mismo ocurriría con La Isla, denegada su publicación en 1966. Hasta llegar a la denuncia y el secuestro, en 1975 de Juan sin tierra
   En un artículo escrito en el diario El País, "Del oportunismo como una de las bellas artes" (14-2-2015), habla del compadreo con el régimen de algunos seudoliteratos: "Poetas que en la mayoría de los casos eran versificadores; críticos especializados en la adulación y carentes de escrúpulos; filósofos como Adolfo Muñoz Alonso, que, con motivo de mi querella contra el Ministerio de Información por injurias, me recibió en su despacho con un inesperado: “Esta noche he rezado mucho por usted”, que me dejó literalmente sin habla... Personajes y más personajes de “prosa apelmazada y pensamiento grumoso” siempre atentos a la dirección hacia la que soplaba el viento y dispuestos a cumplir puntualmente con lo que el franquismo exigía de ellos [...] El “rebaño intelectual” cambiaba de comedero a tenor de la evolución de los años sesenta y setenta, pero siguió siendo el mismo. La Transición política no se acompañó sino de forma cosmética con una transición cultural: los tabúes del canon nacional católico sobrevivieron al fin de la censura y la fecunda labor del exilio siguió en los márgenes del cauce oficial ahora consensuado. Quienes volvieron a España e intentaron aclimatarse en el erial descubrieron con melancolía que habían sido olvidados".
   El olvido ha hecho mucho daño. Muy pocos recuerdan que en el Congreso antifascista de 1937 estuvo también Nicolás Guillén (Camangüey 1902, La Habana 1989). Conocido por las versiones musicales de "La muralla", candidato al Nobel en 1985, su "Canción de vísperas" de La paloma de vuelo popular (1958) es prohibida para su difusión en 1969 cuando intenta grabarla el cantautor Adolfo Celdrán. Hasta 1977 no sale Denegado, con canciones-poemas total o parcialmente prohibidas hasta entonces del poeta.
García Márquez.
Cien años de soledad por montera.
www.ivanriosgascon.wordpress.com
   En aquel 1969 también pasó censura Cien años de Soledad de Gabriel García Márquez (Colombia 6-3-1927, México 17-4-2014) Nobel de literatura en 1982. El expediente 1184-69 del AGA recoge: […] el autor trata de proporcionar una idea lo más exacta posible de la baja y media sociedad hispanoamericana, concretamente de la sociedad colombiana, con sus infidelidades matrimoniales, sus rencores familiares, sus trapicheos, sus aspiraciones, sus pequeños y ruinosos negocios, su elevada natalidad y mortandad infantil, su hacinamiento doméstico, etc, etc. / Políticamente, la obra no presenta problema ninguno. Ideológicamente, tampoco, porque no defiende tesis sino que describe situaciones. Moralmente, presenta un ambiente en el que predomina la inmoralidad como cosa de todos los días y sin ulteriores preocupaciones éticas, aunque no falten personajes que se planteen problemas de conciencia. Sin embargo, no se incurre en descripciones escabrosas ni inmorales: simplemente se describen situaciones inconvenientes sin aprobarlas ni condenarlas pero produciendo una impresión desfavorable hacia tales situaciones. La obra es AUTORIZABLE. Como novela, muy buena". Menos mal. García Márquez rechazaría su nominación al premio Cervantes en 1994 y 1997.
   Al final, triste y rabiosamente, "pasaron". A pesar de los versos de Octavio Paz. Pasaron los intolerantes, los rencorosos, los impostores.  Y ahora está costando en desmesura desempolvar las hojas perdidas a nuestra memoria, los tantos sueños y vidas rotas que amortajaron con el olvido un país, una historia, una esperanza en la utopía, descuartizada, hecha jirones. Y en esa Memoria falta la mujer a la que coge su brazo Octavio Paz al inicio de este texto, Elena Garro. Nacida en México en 1916 murió en Cuernavaca en 1998. Periodista, escritora y guionista, inscrita en el "Realismo Mágico", fue etiquetada de "anarquista burguesa" con admiración por Ramón Pérez Álvarez, y fue su hija Helena Paz Garro (1939-2014) la que desvela los menosprecios intelectuales y personales de Octavio a la que fue su exmujer después de un divorcio exprés al que ella no pudo asistir en 1959. Elena Garro escribió Memorias de España 1937. Había asistido al Congreso de escritores antifascistas en julio en Valencia. Allí conoció al poeta Miguel Hernández del que no olvidaría jamás "el corte de pelo de sus cabellos castaños cortado a cepillo con un pequeño copete en la frente, como peinaban a los niños, ni la voz de bajo profundo". Y por supuesto de su mujer, Josefina "que Miguel me mostro con orgullo. Estaba recién casado y se ponía muy serio al hablar de Josefina". Contaba también de las marcas que la guerra iba dejando en el rostro del poeta con el paso de la guerra. O cuando lo invitaron al Folies Bergêre en París, y Miguel le cubría los ojos a ella pues "estas cosas no las debe ver esta chica", en serio. Elena Garro escribió obras como la comentada o La culpa es de los tlaxcaltecas y Los recuerdos del porvenir, entre otras. Cuando escribió "Quisiera no tener memoria o convertirme en el piadoso polvo para escapar a la condena de mirarme", quizás no intuía que la Historia la arrinconaría frente a los astros con los que convivió. O al menos para la mayoría.
   Al final, ¡qué vida la que vivimos!, que vivieron los que nos precedieron, con sus luces y sombras, con sus ecos y fragores, que tienen las letras sobre los fantasmas, los dictadores, la mentira, el miedo como único testigo; en los versos de Jorge Guillén.


"Canción de vísperas"

Que vida la que vivimos
en estos años de muerte
que vida la que morimos
ay, ay, ay.

El ojo del policía, abierto
de noche y día
La espada del matador
de flor en flor.

Sobre la pista
el enano equilibrista.
La sangre pulverizada
flota en el viento
como tierra colorada.

El viento, largo lamento
sobre la llanura helada.
Luego, puede ser que nada
uno puede ser o ciento
Alta la noche y cerrada
pero huele a lluvia el viento.